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Elena Lama: Un viaje hacia la plenitud y la conexión interna


Tuve la oportunidad de conversar con Elena Lama, una mujer que, en sus propias
palabras, “no puede ser encapsulada en una sola definición”. La conversación se sintió
como un encuentro relajado entre viejos amigos, donde cada anécdota, reflexión y
sonrisa trazaba la historia de una vida marcada por el crecimiento y la determinación.

Hace casi cinco años, Elena emprendió la aventura de reconectar consigo misma y
priorizar su felicidad por encima de todo. Su trayectoria profesional es tan variada como
apasionante: estudió Psicología en St. Edward’s University (Austin, Texas) y Nutrición
Integral
en el Institute of Integrative Nutrition, además de haber trabajado con Naciones
Unidas en Ginebra, Suiza. Actualmente, se encuentra culminando su certificación como
Brain Health Professional.

Pero más allá de los títulos, lo que realmente define a Elena es su apertura al conocimiento y su búsqueda constante de nuevas herramientas que la ayuden a entender mejor la vida. “Siempre hay cosas nuevas que aprender, ver y reconocer”, me confesó durante la entrevista. Esa actitud de principiante, esa curiosidad humilde, es lo que la ha llevado a emprender su propia transformación personal.

En un momento de su vida, Elena sintió que había perdido su conexión interna. Fue entonces cuando decidió cursar la certificación en Health Coaching, inicialmente con la idea de trabajar en ella misma y recuperar el equilibrio que anhelaba. Este camino no solo la transformó a nivel personal, sino que la inspiró a compartir su experiencia y ayudar a otros a lograr lo mismo.

Para Elena, la espiritualidad se volvió un pilar esencial. Durante nuestra conversación, enfatizó que “la espiritualidad es imprescindible si quieres ser una persona feliz”. Ella ve la vida con una mirada que mezcla lo terrenal con lo trascendental, manteniendo los pies en la tierra pero el corazón abierto a nuevas experiencias y aprendizajes.

Una de las cosas que más me impactó de Elena fue su honestidad. Se describe como “humana y real”, consciente de que equivocarse forma parte del proceso de crecer. “Me caigo y me levanto”, dice, sin darle espacio a la autocrítica destructiva, pero sí a la reflexión y al aprendizaje. Esa capacidad de mostrarse con sus luces y sombras le ha permitido conectar con las personas de una forma profunda y genuina.

Compartir para sanar

Actualmente, Elena canaliza toda esa sensibilidad y su conocimiento en programas diseñados para quienes desean sanarse a sí mismos en distintos ámbitos: desde la relación con la comida, hasta el establecimiento de hábitos saludables. Su enfoque integra lo nutricional, lo emocional y lo espiritual, ofreciendo planes de distinta duración que pueden ir desde un fin de semana intensivo hasta varios meses de acompañamiento.

Gracias a su experiencia y a esa empatía natural, Elena ayuda a otros a descubrir la importancia de priorizarse y cuidarse. Invita a sus clientes a reemplazar patrones negativos por hábitos que eleven su calidad de vida y, sobre todo, los conecta con su propia esencia.

Mi conversación con Elena me recordó que la verdadera plenitud llega cuando nos
atrevemos a mirar hacia adentro y cuestionarnos qué necesitamos para ser felices. Su
historia de transformación es, ante todo, un testimonio de la fuerza que habita en cada
uno de nosotros cuando decidimos explorarnos sin miedo.

En su mirada, percibí la calma de quien ha aprendido a reconocer su valor y, al mismo
tiempo, la determinación de seguir creciendo. Con cada palabra, Elena transmite la
certeza de que, incluso en medio de los obstáculos, hay una oportunidad constante para
renacer y reconectarnos.

Hoy, con la misión de acompañar a quienes buscan un cambio positivo, Elena Lama se
ha convertido en un faro de luz para quienes desean vivir de forma más consciente. Y si
algo queda claro de nuestra platica, es que su camino apenas comienza. Para Elena,
cada paso es una invitación a aprender, a compartir y a inspirar, recordándonos que la
felicidad verdadera nace de la valentía de ser quienes somos en esencia.


Fotografía y Edición: José Vargas